viernes, 28 de diciembre de 2012

Mejor no hablar de ciertas cosas, tampoco omitirlas.

Por supuesto que apoyo lo hecho en casa -Ecuador-, pero no todo es bueno. La calidad no tiene bandera, escuché por ahí, algo tremendamente cierto.
El cine ecuatoriano está desplegando sus aun pequeñas alas con fuerza, así lo demuestran las cuatro producciones que vi este año 2012, y al parecer este mercado no quiere descansar. Aplaudir, se debe.

Mejor no hablar de ciertas cosas, es una gran idea por parte de Javier Andrade, idea que escribe, dirige y edita. Pero el hecho de escribir y dirigir, para un novato tras la cámaras, quizá no sea lo mejor ya que se pierde la objetividad y se disminuye el sentido (auto)crítico. Pero aceptó el reto y lo concluyó, hay que reconocérselo.

La historia entretiene pero pudo ser mejor contada en cuanto a narración y estilo técnico. Está dirigida hacia un target muy segmentado, la denominada Generación X, llena de música punk y drogas. En la premier todos disfrutaron la película, pero dudo que eso se repita en la segunda semana de proyección. Los directores ecuatorianos deben empezar a trabajar para un público mas allá de sus amigos y familiares. 
En cuanto a lo técnico, trabajan todas las escenas a una sola cámara, la cual se mueve siguiendo al actor de turno, lo que hace perder ciertas reacciones y detalles. Parece que no todas las escenas fueron manejadas con el mismo director de fotografía; se aplica el "mas o menos". No hubo escenas tan forzadas, la mayoría seguía la línea narrativa. Pero sin mencionar, hay un par que desentonan, sobre todo los últimos minutos, que a mi parecer están de más.

El guión estuvo escrito con muchas malas palabras, la dirección agregó muchas más. Andrade quiso mostrar una realidad ecuatoriana muy sobreactuada. Sí, la mayoría de nosotros somos mal hablados, pero no usamos tres malas palabras por frase. Se debe controlar esa intención de parecer 'cool'. A mi parecer también se abusó de las tomas en la que los personajes se drogan, muchas de esas escenas, innecesarias.
Francisco Sabinovich no es actor, su trabajo fue presentarse delante de una cámara amoldando su personalidad hacia donde Andrade le indicaba. No lo hizo mal, pero si se nota -mucho- que no es actor, sobre todo en la locución mientras narra la historia, fue muy seca, muy leída.  Leovanna Orlandini fue mucho mas natural que su co-protagonista, pero aún así cae en muchos clichés y desentonos exagerados. Victor Arauz me sorprendió, es un buen actor, mal encaminado hacia un personaje que pudo se mejor pero que cumple bien. El tono exagerado prima en los nombres antes mencionados. No así con Alejandro Fajardo y Andrés Crespo, el trabajo actoral del primero se nota a leguas, bien preparado y dispuesto a dar lo mejor de sí (tiene una escena crucial); por su parte Crespo brilla más por su naturalidad que por sus dotes de intérprete -sigo viendo a Blanquito-, pero en cuanto a talento histriónico fue lo que mas me gustó.

No llenó mis expectativas, pero la considero un logro mas al cine ecuatoriano porque a mi parecer, lo importantes es que existan las producciones.
La película entretiene, existe talento, merece el apoyo, merece que la vean pero también merece que se digan ciertas cosas.